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martes, 26 de febrero de 2008

Vigilantes de seguridad: El riesgo de estar en primera línea de batalla.


Laopiniondemalaga.es - 24/02/08

Delegados sindicales de varias empresas de seguridad en Málaga denuncian algunas de las deficiencias del sector, como la peligrosidad de la actividad, los bajos salarios y la falta de respeto.

INMA ALJARO. MÁLAGA
Están cansados. De ser la primera cara con la que todos se enfrentan, de ser los primeros en responsabilizarse de los problemas de todos, de desarrollar tareas que no les competen, de no ser respetados y, por qué no decirlo, de cobrar poco y matarse a horas extras (entre 40 y 50 semanales). Su labor, defienden, es tan importante como la de la polícia y, sin embargo, no está tan reconocida. Algunos pensarán que exageran, pero a veces estos profesionales se sienten las ovejas negras de la seguridad. Y están, insisten, un poco cansados.
El pasado 9 de febrero una reyerta entre dos bandas en las puertas del Clínico terminó absorbiendo a una vigilante de seguridad que intentó interceder entre los grupos contrincantes. Como recompensa por su trabajo se llevó una brutal paliza de la que todavía se recupera. Pocos días después, un enfermo golpeó a otro vigilante que le había pedido que abandonara una zona por la que no podía deambular como estaba haciendo. Y así, cada cierto tiempo.
"A quién recurre el público cuando tienen una reclamación que nadie atiende? ¿A quién gritan cuando no le dejan acceder a un edificio? ¿A quién tienen que eliminar para robar en un banco? Al vigilante de seguridad. Es al primero que ven, el paño de lágrimas de todos..." resume Agustín de la Torre, secretario de CCOO para este sector. Las recientes agresiones han vuelto a poner sobre la mesa los problemas a los que se enfrenta este colectivo de trabajadores, formado por unos 4.000 vigilantes acostumbrados a lidiar con todo tipo de seres humanos, unos cívicos y otros, no tanto. No son las primeras ni serán, mucho se temen, las últimas.

Instrucciones. Los vigilantes que trabajan en los centros sanitarios son quizás los más perjudicados por la agresividad de familiares impacientes y de enfermos que pierden el control o que no quieren asumir las instrucciones que, por estrictas medidas de seguridad y organización, les dan.
Pedro Ruiz Céspedes trabaja en Prosetecnisa, empresa encargada de la seguridad en el Hospital Regional Carlos Haya y corrobora el alto porcentaje de incidentes en los centros hospitalario. Argumenta que, ante situaciones de este calibre -recuerda una ocasión en la que tuvieron que reducir a un enfermo completamente desquiciado entre doce personas- la formación y la especialización son las únicas armas del vigilante de seguridad.
"Es importante saber calmar a las personas sin usar la fuerza y para eso es necesario que el vigilante tenga entrenamiento verbal y psicológico", defiende.
Ese es el motivo por el que la sección sindical de CCOO haya planteado a la dirección del hospital una propuesta de formación sobre el trato con el público, la atención a enfermos psiquiátricos, contagiosos o conflictivos que también incluya técnicas de reducción verbal e inmovilización. "Parece que la dirección de los Servicios Generales ha acogido la iniciativa con interés y está previsto que nos reunamos para llegar a un acuerdo", indica confiado.
Entre las funciones de los vigilantes de seguridad, según establece la Ley 29/1992 de Seguridad Privada, están la de vigilar y proteger los bienes de muebles e inmuebles y de las personas que se encuentren en su interior, efectuar controles de identidad, evitar la comisión de actos delictivos y, en el caso de detectarlos, poner a disposición de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a los delincuentes que hayan interceptado. Además, están obligados a seguir las instrucciones que estos últimos les den, "siempre que se refieran a las personas y bienes de cuya protección y vigilancia estuviesen encargados los vigilantes", reza la normativa.
A este último punto están bastante acostumbrados los vigilantes que trabajan en el Aeropuerto de Málaga (entre 280 y 300 según la temporada), pertenecientes a la empresa Segur Ibérica.
"Como vigilantes, tenemos competencia para realizar controles de identidad y podemos impedir la entrada de personas cuando se nieguen a acatar las normas de seguridad, pero nos sentimos desprotegidos desde que se nos quitó la condición de agentes de autoridad", protesta Manuel Seco, trabajador de Segur Ibérica.
En los arcos de acceso a la zona de embarque se encuentran con viajeros que se resisten a ser cacheados, que se enfadan y gritan cuando no están de acuerdo con lo que les dicen y que incluso les insultan y les despojan de esa autoridad que, aunque no sea de manera explícita, siguen teniendo. Cuando esto ocurre, no tienen más remedio que recurrir a la Guardia Civil, encargada de la seguridad aeroportuaria. "Muchos pasajeros piensan erróneamente que no tenemos potestad para inspeccionar su equipaje o para cachearlos, pero podemos hacerlo si hay un guardia civil supervisando", aclara.
Aun así, reconoce que no tienen demasiados conflictos con los pasajeros, aunque alguno ha estado a punto de atropellarlos cuando regulan el tráfico -sin que esa sea una de sus funciones- en la zona de salidas del Aeropuerto, algo desordenada por las obras de ampliación.
Si se habla de atropellos, Manuel Jiménez Quero puede contar unos cuantos. Trabaja como vigilante de seguridad para el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), a través de la empresa Eulen y supervisa el tramo que va desde Málaga hasta el Valle de Abdalajís. "Cuando hay un atropello en la vía, los primeros en llegar somos nosotros y tenemos que custodiar el cuerpo hasta que llega la policía o el juez", cuenta.
Al preguntarle por los principales riesgos de su trabajo, en las vías del tren o en la vigilancia de los vagones, se queda pensativo: "Riesgo siempre existe. No puedes confiar en nadie porque cualquiera puede ser peligroso y reaccionar de manera violenta", comenta.
Como sus compañeros, para afrontar estas posibles reacciones apuesta por la formación específica, "dentro del centro de trabajo, porque no se enfrenta a las mismas situaciones el vigilante de un centro hospitalario que el de un edificio público o el del Aeropuerto y la estación de trenes", justifica.

Pasajeros embriagados. Ellos, a diferencia de los vigilantes del Aeropuerto, sí van armados y tienen carácter de agentes de la autoridad. "Aunque siempre hay algún viajero que se resiste y no nos obedece", apunta. Es difícil cuando el vagón, por ejemplo, va lleno de jóvenes adolescentes que regresan de la feria en avanzado estado de embriaguez. "No atienden a razones y se origina situaciones algo tensas", cuenta.
Aunque para tensiones las que se producen a final de mes, cuando llega la nómina. "Hay situaciones que no se terminan de entender, como por qué los encargados del escáner del Aeropuerto cobran un plus (200 euros) y los de la estación, no; aparte del salario que tenemos los vigilantes de seguridad, que difícilmente supera los mil euros", denuncia Jiménez Quero.
Dentro del sector, los mejor pagados son los dedicados al transporte y manipulación de fondos económicos. El riesgo también parece mayor. En los últimos años han visto cómo la proliferación de bandas armadas, especialmente de ciudadanos de Europa del Este, ha contribuido a hacer su actividad un poco más insegura. "Nosotros somos el obstáculo del atracador. Si quieren llevarse el dinero, primero nos tienen que eliminar", declara Miguel Rozas, empleado de Loomis, empresa de seguridad que controla "casi el 90% de las entidades bancarias de Málaga".
También son frecuentes las bandas de atracadores que actúan por el método de la distracción. "Quienes más emplean esa técnica son los sudamericanos, que entran en los bancos en grupos y crean confusión. Cuando menos lo esperas, uno de ellos agarra una saca y se van", añade su compañero Juan Luis Gómez.
Para evitar ese tipo de actos, nunca se pierden de vista entre ellos. "Somos tres y siempre estamos pendientes el uno del otro", asegura. Según detallan estos profesionales, nunca saben cuánto dinero llevan, porque reciben bolsas precintadas que deben trasladar y tanto los horarios de recogidas como las rutas que siguen varían diariamente por cuestiones de seguridad. Porque de eso se trata. De mantener la seguridad.